Con cerca de 500 viñedos en todo el país, con una larga trayectoria y arduo trabajo para mejorar la calidad de sus uvas, Chile se ha posicionado como una de las potencias mundiales. Sus vinos, con el Sauvignon Blanc del Valle de Casablanca como estrella, no sólo traspasan fronteras, sino que también son una de las mayores atracciones turísticas.
El vino chileno posee dos factores que lo hacen único: la diversa geografía, con un árido desierto en el Norte, lagos, ríos y glaciares en el sur, todo rodeado de montañas y volcanes; y su historia. Chile produce regularmente desde el siglo XIX; sin embargo, su calidad ha ido en aumento a partir de las últimas décadas del siglo XX, con la apertura de los lazos comerciales entre las compañías vinícolas locales y los enólogos y viñedos franceses y estadounidenses.
Los mejores vinos se distinguen por el terreno en donde nacen, que se caracterizan por condiciones únicas de clima, suelo y la mano del hombre. Sin lugar a dudas las cepas que mejor se dan en el país trasandino son los blancos Sauvignon Blanc del Valle de Casablanca y tintos como Carmenere o Cabernet Sauvignon del Valle de Colchagua o Maipo.
En este sentido, también se deben destacar los nuevos exponentes de la uva País y Carignan que están dando muy buenos resultados en los valles del extremo sur como Itata o el Maule. Uvas olvidadas en el tiempo que con trabajo y dedicación son cada vez más notorias en el mercado.
El vecino país posee una geografía única; la altura de la Cordillera de los Andes proporciona temperaturas más bajas, aunque más cerca de la costa la su orientación al poniente y la helada corriente de Humboldt provocan un clima fresco en el borde costero, permitiendo una viticultura más próxima al ecuador, donde se obtienen vinos con mayor acidez y elegancia de aromas.




Debido a estas características, las cepas más tradicionales de Chile son en blancos: el Sauvignon Blanc y Chardonnay; y los tintos desde los más fuertes: Pinot Noir, Merlot, País, Carmenere, Malbec, Syrah y Cabernet Sauvignon.
Existen cerca de 500 viñedos, los más tradicionales son de las viñas Concha y Toro, Santa Rita, San Pedro y de exportación como Luis Felipe Edwards. También existen viñedos de mediana escala como lo son: Casa Silva, Veramonte, Morandé, Cousiño Macul, Santa Carolina y Errazuriz. Estos últimos enfocados más que nada en la calidad.
Pero la geografía no es el único factor que interviene en el creciente interés del mundo por sus vinos. Chile tiene historia, produce desde el siglo XIX y ha sabido trabajar en su calidad. Desde que tiene lazos comerciales con enólogos y viñedos franceses y estadounidenses un gran número de vinos chilenos han escalado posiciones hasta situarse entre los mejores del mundo.
Lo más destacado
El más recomendado es el Casa Silva Cool Coast Sauvignon Blanc, es el primer vino proveniente de los cerros de la costa fría del Valle de Colchagua. El terroir del que proviene, combina el frescor del Pacífico Sur y la vibrante mineralidad de los suelos de la Costa del Valle.
Es de intensos y persistentes aromas, notas cítricas, piña fresca y suave fondo vegetal. En boca tiene un excelente cuerpo, una acidez refrescante, firme y balanceada, como fuerte presencia mineral y un largo final. Por su frescor y mineralidad, perfecto como aperitivo. Ideal para acopañar con ostras frescas al natural, erizos frescos, ceviches de corvina o robalo, lenguado a la plancha con vegetales al vapor o simplemente con una ensalada de hojas verdes y queso fresco.
Vinolia: para aventurarse al vino chileno
Ubicado en el corazón de Alonso de Córdova –más específicamente en la calle Alonso de Monroy 2869– Vinolia es un espacio de primer nivel que ofrece a sus visitantes una experiencia sensorial.
Cada uno de los asistentes puede conocer y degustar una variedad de cinco copas de los mejores vinos del valle de Casablanca, Colchagua o Maipo. En Vinolia puedes conocer a cinco enólogos, probar cinco bebidas de categoría superior y conocer cinco bodegas en un solo lugar y al mismo tiempo en cada uno de los tours.
La experiencia comienza en una sala de los sentidos, con los más de 48 aromas, que están presentes en los vinos chilenos. El recorrido –que en total dura una hora– sigue en una sala de cine donde los asistentes pueden sobrevolar los viñedos y conocer en detalle los valles y sus productos. Luego, se realiza una cata, en la que se relata el proceso de producción y las características de cada cepa por parte de los mismos enólogos que elaboraron lo que se está consumiendo.
El lugar cuenta, además, con un emporio y un distendido espacio de terrazas, con una gastronomía para acompañar las bebidas que los visitantes quieran degustar.





Vinolia nació luego de recorrer los principales polos mundiales del vino como Nueva Zelanda, Bordeaux, Napa Valley y Mendoza y de aprender como en estos lugares se lograba que los visitantes experimentaran los sabores y aromas de sus mejores brebajes. Vinolia traslada las viñas a la capital a través de un viaje de sabores y sensaciones donde además de aprender, los visitantes pueden probar lo mejor del vino chileno.